jueves, 13 de noviembre de 2014

Okinawa: Las Canarias japonesas

Por el afán de descubrir en su totalidad el Pacífico, busque sus aguas para sumergirme en ellas e interactuar con este inmenso océano.
El Océano Pacífico. Foto tomada desde Australia. 

En esta ocasión en el marco de las islas de la Ryukuy, las islas más sureñas del Japón, cuales si fueran las Canarias españolas permite al turista disfrutar de la playa en pleno mes de noviembre.

Hasta la anexión de Japón, las Ryukye fue un reino
independiente que por su posición geográfica
comerciaba con Filipinas, Japón y China. 
Por su ubicación geográfica, situada al norte de las islas Filipinas y al este de Taiwán (Formosa) este archipiélago fue determinante a la hora de fijar las fronteras del norte del Pacífico español en el siglo XIX. Las islas fueron objeto del proceso de expansión del Japón decimonónico hacia los mares del Sur (Nan´yo) y fueron incorporadas oficialmente a su estructura gubernativa en 1879.  Su proximidad a los dominios españoles en las Filipinas del norte y el ansia de nuevas tierras de los nipones (fortalecidos tras ganar la guerra a China en 1895), condujo a España a llegar a un acuerdo con el gobierno de Tokyo ese mismo año para fijar en el canal de Bashi  los límites entre ambas administración. Al sur de dicho canal quedaron los dominios españoles en las Filipinas y al norte los nipones, donde se hallarían Formosa (hasta la II Guerra Mundial fue territorio japonés) y las Ryukyu.

Camp Kinser, Unas de las bases estadounidenses en Okinawa
Como un territorio más del Estado japonés, las Ryukyu sufrió las la II Guerra Mundial, como prueba que en su marco se produjese la batalla de Okinawa en 1945 (que consolidó la inminente victoria del bloque aliado sobre Japón). Una victoria cuyas consecuencias cambiará el rumbo político de estas islas, porque Japón tuvo que ceder la soberanía de estas islas a la administración estadounidense. En 1972 serán devueltas, conformando la prefectura de Okinawa que alberga las islas más meridionales de las Ryukyu. En la actualidad la extensión de las bases navales norteamericanas por toda la isla de Okinawa recuerda este pasado. Muchos de los habitantes de Okinawa, como hicieran muchos de los españoles de los años ochentas que gritaban “Otan, de entrada, no”, reclamaban el fin de la presencia militar. De este manera, este asunto se convierte en unos de los problemas políticos principales del gobierno de Tokyo con respecto a sus islas en Ryukyu.

Mas, las mayoría de los japoneses cuando piensan en estas islas lo hacen pensando en sol y playa. Gracias a ello su capital (Naha, en la isla de Okinawa) alberga un aeropuerto con un gran volumen de vuelos nacionales-internacionales. Al resto de sus islas (desde donde llegan las principales imágenes de playa paradisiacas) se accede por ferry o también por avión (caso de Ishigaki). Dada el precio para acceder desde Okinawa a las islas más cercanas (unos 6000 yenes, unos 40 euros, viaje de ida y vuelta desde Naha) solo explore la isla de Okinawa.
La estancia coincidió con el periodo electoral para elegir
los representantes de Okinawa. Es característico como solicitan
el voto, porque los simpantizantes de un candidato cogen sus
banderolas para situarse en las calles. Cuando pasa un coche
saludan a su conductor, y muestra su mejor sonrisa para pedir el voto. 
Esta isla posee unos 90 kilómetros, situándose su capital (Naha) en el sur. Naha no destaca por sus playas, por lo que ante mi deseo de sumergirme en las aguas del Pacífico busqué a unos 20 kilómetros a golpe de pedal una de las mejores, Mibaru Beach. Gracias al alquiler de una bicicleta tuve la libertad de explorar el terreno, desviándome de mi ruta para visitar Okinawa World.

Folckore de Okinawa
Este espacio, destaca por su espectacular cuevas y porque en su superficie alberga una especie de centro comercial trajeado con la casas y el folklore del lugar. Un cierto sentimiento de decepción me provocó este espacio,  que parece estar más diseñado para el consumo y que para explicar la cultura local. Sin embargo, al final de la visita me alegré de haber puesto mis pies en este lugar por el espectáculo de danza donde se muestra los bailes de la región, donde es característico las piruetas con el gran tambor en mano de sus danzarines y la aparición de shisa (el dragón característico de la isla).

Muestras de shisa. Para ver el origne de su leyenda:
http://es.wikipedia.org/wiki/Shisa
Tras contemplar el espectáculo, volvía a emprender mi camino hasta la esperada playa. Los desniveles del final del trayecto y el calor sofocante hizo que la buscase como si se tratase del dorado. Al llegar, me sumergí en sus aguas para saludar al Pacífico y darle las gracias por volverle a poder saludar. La soledad, de no hallar prácticamente en la playa, hizo el momento más místico. Con la alegría de reencontrarme con este gran amigo, puse de nuevo mi bicicleta 
en el camino para llegar a Naha en las 2 horas que mi distanciaba.

Castillo Shuri
El cansancio me hizo sucumbir rápidamente cuando llegue a mi hostel, lo que me ayudó a recobrar mis fuerzas para encauzar la siguiente jornada en el castillo Shuri y poder empaparme un poco de la historia de la isla. Desafortunadamente, este palacio que se convirtió en la sedad del palacio del reino de las Ryukuy, fue convertido en cenizas en la mencionada batalla de Okinawa (1945). Sin embargo, gracias a los trabajos de reconstrucción su belleza se puede contemplar en la actualidad, reconociendo la misma la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.



Resort Rizzan sea Park Hotel- Tancha Bay
Mis días acabaron en un resort, gracias a las grandes ofertas existentes en la ahora temporada de invierno donde las temperaturas en Okinawa se sitúa en torno a los 25º grados y. Buen clima para disfrutar de la playa, sino fuera porque a los japoneses no le gustan bañarse si el agua del océano no está un poco calentita (unos 20º). Al situarse a unos 15º, podrás tener la playa prácticamente para ti. Por  ello, es muy recomendable viajar hasta Okinawa en esta temporada baja porque hace calor para bañarse en la playa, precios bajos y no hay aglomeraciones.

Gracias a todos estos factores, mi estancia en Okinawa me ha servido para desconectar del mundo que corre a pasos agigantados en la capital tokiota, y volver relajado y  feliz por reencontrarme con mi “Pacífico”.
Castillo Shuri


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