sábado, 10 de septiembre de 2011

Welcome to The Paradise

Hoy, Sábado 10 de Septiembre,  por fin mis pies han tocado las aguas del Pacífico. Y aunque el tiempo no acompañado a darme un baño completo, el entorno donde me he puesto en contacto con mi inseparable Océano no podía ser mejor: El Royal National Park de Nueva Wales de Sur.

Este Parque inmenso en extensión,  sorprende por la abundancia de flora que existen él. Su dimensión es descomunal, así lo he podido percibir en el recorrido en coche que he realizado para llegar a una de sus playas. Pues desde que entramos en el Parque, hemos tenido que viajar más de 30 minutos para poder llegar a unas de sus playas.
Una vez que hemos aparcado el coche para acceder a su costa, hemos tenido que andar unos 30 minutos colina abajo para llegar a un lugar paradisiaco. A pesar de la distancia y la dificultad de la accesibilidad, la abundancia de su flora y el camino quasi virgen (pues muy pocas personas conocen esta ruta)  me han trasladado a los tiempos de la exploración del Pacífico. Pues la ausencia de civilización y el esfuerzo que uno ha de hacer para proseguir nuestro camino (apoyando en los recursos naturales, como rocas y plantas) ha llevado a mi memoria el esfuerzo que los británicos tuvieron que hacer a finales del siglo XVIII para descubrir las tierras de Nueva Wales del Sur.
La aventura ha merecido la pena, pues no sólo me he podido trasladar al pasado, sino que mi recorrido ha terminado en un lugar único, una playa paradisiaca cuya magnitud de sus olas me han hecho recordar mi presencia en el Pacífico.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

El Supermercado Australiano

Todo viaje a un destino rutinaria, termina casi siempre en una visita al supermercado para conseguir los víveres necesarios que te den fuerzas para continuar descubrimiento este nuevo mundo.
Mi caso no es una excepción, así que el primer día tras dejar mis bártulos en mi encantadora morada me dispuse a ir llenar mi despensa. Tras preguntar a mi compañero donde podía ir, me respondió al shopping center (centro comercial). Y es que aquí en Australia no he visto aún, en los pocos días que llevo,  un supermercado que se encuentre en una calle normal. Todos se hallan hacinados en la multitud de centros comerciales que se encuentra en el centro urbano.
Un centro cuya fisionomía está cambiando mi concepción originaria de Sydney de ciudad comarcal. Pues tras contemplar su CBD (Centro Económico) y las vistas con las que terminó casi todos los días mi recorrido nocturno corriendo, estoy viendo a esta ciudad como lo que es. Una gran urbe mundial de más 4 millones de habitantes.  Mas alejado de ese CBD, Sydney se ubica en mi mente como una pequeña gran ciudad.

Después de este paréntesis, volvamos al tema que hace que escriba estas líneas: El supermercado. Por norma general, puedo decir que soy una persona que no le cuesta mucho gastar mucho tiempo mirando los productos del supermercado.  Mis amigos dicen que cuando voy allí saco la vena “maruja” que tengo. Así pues, no me ha costado mucho trabajo hacer una ejercicio de análisis en este espacio.
Lo primero que me sorprendió en el supermercado es la variedad de frutas y verduras, que tiene. Yo estaba embobado viendo la cantidad de cosas raras que había en sus estantes.  Hasta entonces creía que los campos españoles eran la huerta de Europa, pero ahora quizás puedo decir que Australia es la huerta del mundo. De todos sus productos me fascinaron dos: los cocos y las piñas, que son  baratos.

Creo que yo en Australia básicamente me voy a alimentar de piñas y cocos, porque el resto de los productos que vendían en el supermercado  son extremadamente caros. Salvando una cantidad de productos, puedo decir que aquí todo vale el doble, o más del doble.
Realizada mi compra, que le dolió bastante a mi billetera, regrese a casa. Mi amigable compañero de piso me quiso invitar a unas hamburguesas de canguro por la noche para darme la bienvenida, por lo que fui con él a comprar unos bollitos que le faltaba. Entramos en una tienda de ultramarinos (típicas de los chinos españoles) y cuando le pregunte dónde coger unas cuantas de cervezas para la comida, el dependiente del establecimiento me dijo ¿Tú eres europeo?.   El tío comenzó a hablarme pero yo con mi inglés patatero no me enteraba de mucho.  Después comprendí lo que quería decirme: la imposibilidad de comprar alcohol en esos establecimientos.
Y es que aquí en Australia cuando vas a comprar alguna cervecilla o simplemente una botella de vino para cocinar, te siente algo clandestino. No esperes comprar  este tipo de productos en un supermercado (está totalmente prohibido). Tienes que ir a una licorería especializada o en un bar que te lo vende para llevar. Eso sí en ambos sitio cuando te lo venden, te envuelven las botellas en un bolsa de papel marrón que imposibilite al que te cruces por el camino que lo que has comprado. Cuando sales de la tienda, pareces como si vinieses de visitar al camello. Y no sólo lo digo porque te obligan a esconder tu compra sino por el precio de unas pobres cervezas.

Comprendí entonces que el abismo cultural en el que me encontraba. Pues a diferencia de la cultural del alcohol que tenemos en el Mediterráneo,  donde está bien visto compartir una copa de vino  o una simple cerveza al calor de la charlar de tus seres más cercanos (como indicaba los gestos de mi entrañable bisabuela que siendo un chavalín me  quería invitar a mí y a mi hermano a un vasito de cervecilla para aderezar la comida). Por el contrario Australia ha cogido la cultural del mundo anglosajón relativo al alcohol. Aquí la gente asocia el alcohol a los excesos, quizás por tener interiorizada la moral protestante de eliminar el camino a los vicios, y por tener  el ejemplo de algunos ciudadanos anglos.  Pues creo que los australianos pueden seguir el ejemplo de los  “guiris” ingleses que van a nuestra costar a beber para emborracharse a toda costa, sin disfrutar de la charla que puede dar una cerveza. 

sábado, 3 de septiembre de 2011

Por fin: AUSTRALIA

A las 6:00 del día 2 de Septiembre por fin mi llego a mi destino final.  Sydney me recibe en mi avión con un esplendido amanecer. Un amanecer desconocido por mi, pues hasta la fecha no había isto un sol con tanta intensidad.  
Pensando en la maravillisa estampa que había contemplando, me dirijo a pasar el rutinario trámite de cruzar la frontera. Sin embargo, en esta ocación el Visado de Turista con el viajo unido a los tres meses de mi visita, provoca que el  policia se fije en mi persona y me pregunte más de la cuenta. Sin embargo, la seguridad que muestro en mi inglés de andar por casa hacen al policia permitirme la entrada. Mis nervios descansan, pero de nuevo empiezan a aflorar cuando contempló que de otra vez se debe pasar otro control. Un control que intenta ver si introduces elementos ilegales como son para ellos: un recuerdo de madera o un simple bocadillo. Y es que las autoridades australianas aman su ecosistema y para evitar que se modifique, niega cualquier elementos de otro ecosistema que no sea el suyo. De ahí el control férreo. Un control que me hace preocuparme, al acordame que en mi maleta existe unas medicinas (algo que debía de haber declarado pero que no lo había hecho). Ante el miedo existente me lleva a tirarlas, y a cruzar del todo su frontera y creerme por completo que mi viaje ha terminado del todo.

La parte blanca de debajo del número
es de plático y totalmente trasparente
Lo primero que hago es sacar dinero en un cajero automático. Sin problema me lo das, y contemplo los billetes tan extraños que tienen allí. Unos billetes que casi se escapan de la mano, pues todo aqui vale el triple que en España. Pues para que no hagamos una idea un trayecto de 3 estaciones de tren desde el aeropuerto a mi casa, me costo 15 $ australianos (unos 12 €). Tras ser ayudado por los hospitalarios australianos por fin llegó a mi casa donde mis maletas descansarán por unos cuantos meses.

Con el cansancio acumuludo pienso en tirarme un poco, pero mi deseo por dar por finalizado el Jet Laj me hacen sacar fuerzas de voluntad y encaminar el día como si hubiese dormido. Gracias a ello me doy una vuelta por la espectacular universidad de Sydney (donde soy muy bien acogido) y por su ciudad. En mi caminar notó el frescor de la Primavera australiana. Una primavera que empieza el 1 de Septiembre y que podríamos compararla con el mes de Abril del sur de España, donde puedes contemplar al mismo tiempo gente con manga corta y gente con abrigos invernales.

El recorrido por su centro me hace tener una primera visión de Sydney, de ser una ciudad  Micro-machine. Su centro me hace recordarme por algún momento mis tierras pontanas. Pues en su casco anexo al centro edificio de más de 3 plantas no encontramos y todo parece minúsculo. Quizás puedo tener esta concepción tras comparar Sydney con dos grandes urbes como son Berlin y Seúl.

Mi calle, situada a 10 min de la Estación Central de Sydney

A pesar de ello, la amabilidad de sus gentes que a lo largo de sus calles muestran su simpatía hace de Sydney una ciudad en la que vivir y en la que aprender sus constumbres remotas.




jueves, 1 de septiembre de 2011

SEUL, Entre Tradición y Modernidad

Son las 16:00 tarde  en Seúl (9:00 en España) y me encuentro a una puerta del avión que me destinará hacia mi destino final: Sydney. La espera me hace recordar los cincos días pasados en esta capital asiática, a la par que mi estomago recuerda el picante de todos los platos coreanos.


Desde que llegue hace 5 días, si tengo que describir la cultura coreana, sin duda escogería un adjetivo: la Paradoja. Una ambivalencia que podemos encontrarlos desde una de su seña de identidad como son el potencial tecnológico hasta su arquitectura y el carácter de la gente.

Cambio de Guardía Real

Dicha ambivalencia a mi juicio está producida por el deseo de Corea de acoger la cultura del capitalismo tecnológico y económico, pero a la par desea conservar su tradición.  De hecho a mi me ha sorprendido que a pesar de que sea una de las capitales económicas más importantes del mundo, existen un escaso multiculturalismo. Algo que se puede observar a simple vista si damos una vuelta en sus calles, pues a pesar de haber paseado por los lugares turísticos son pocos los occidentales que se han cruzado en mi ruta.  Algo sorprendente si tenemos en cuenta los requisitos de entrada para estar en suelo Coreano. Pues los convenios de Corea con otros países son abundantes,  y en la mayoría de los países no necesita ningún tipo de Visado para entrar al Estado. Esta accesibilidad puede palparla al pasar el borde coreano, donde el policía que me atendió no me hizo ni una sola pregunta sobre mi visita a su país, sólo se limitó a leer el formulario que me entregó.
Coctel Coreano
Pero esa accesibilidad pronto se limita, y aparece la Corea tradicional. Pues algo tan monótono como realizar una llamada internacional, es imposible para la mayoría de los europeos que tenemos una tarjeta telefónica de nuestro país de origen. Pues la cobertura allí es inexistente. Ello  puede producir situaciones complicadas si quieres comunicarte con algún amigo existente en esta ciudad, como fue mi caso. Por otro lado esta ambivalencia entre tradición y capitalismo, se puede observar en su arquitectura. Pues al igual que me ocurrió en Berlín, los habitantes de Seúl están realizando un esfuerzo por respecta su arquitectura histórica (algo que no es fácil si tenemos la multitud de guerras y bombardeos que han tenido sólo en la mitad del siglo XX). Así podemos percibirlo en sus espectaculares palacios, que con su colorido traslada al europeo a otra forma de concebir el mundo. Mas, por otro lado Seúl sería unos de los destinos más apreciados por aquellos arquitectos que están fascinados por la construcción de grandes rascacielos. De ello los coreanos se enorgullecen de tener en su barrio de Gangnam, donde se encuentra el famoso COEX. Más incluso en ese barrio podemos observar la ambivalencia entre pasado y futuro, pues en medio de los ingentes rascacielos se encuentra un centro budista, en medio de la arboleda y el sosiego.
Templo budista en barrio Gangm
Por otro lado el carácter humano de sus gentes también está impregnado vivir en el anclaje de las tradiciones dentro del mundo globalizado. Pues el mundo globalizado cada vez impone el uso de la tecnología para conseguir el bien más codiciado de este mundo: la información. Esta pauta de conducta ha sido más que interiorizado por los coreanos, donde las nuevas tecnologías están siendo más una parte más de su ser. Dicho apego podemos observarlo en un simple viaje de metro, donde toda las personas jóvenes se dedican a observar a sus móviles. Y si viajan en conjunto, las nuevas tecnologías se convertirán en el amigo líder del grupo.

Candados torre Namsan

Otra rasgo característico de la sociedad mundial que está imponiendo el mundo globalizado, es la importancia de la imagen. Una imagen que nos posibilita tener nuestra seña de peculiaridad que nos permita diferenciados del resto de las personas. Este rasgo es más que apreciable en la sociedad coreana, pues sus jóvenes constantemente está preocupándose por la cosmética y por tener complementos que lo diferencia del resto de sus amigos.

  Pero paradójicamente los coreanos, a pesar de haber ya naturalizado muchas de las características que invade este mundo globalizado, siguen las tradiciones de sus ancestros. Sin duda la que más sorprendido es la inexistencia de muestra de afecto entre las parejas, pues en mi estancia en Seúl sólo he visto a dos parejas que hayan mostrado su amor en público con un simple beso. Más cuando he visitado unos de los lugares dedicados al amor en la torre más famosa de la ciudad, la torre Namsa, donde en su base las parejas muestran su amor con un simbólico candado de amor (unos candados que destacan por su originalidad).Esta tradición podemos contemplarlo también en la división imperante que existen entre hombres y mujeres, pues hay en el siglo XXI universidades coreanas femeninas, y en las residencias universidad los edificios mixtos son un espejismo.
El mundo tradicional hace que la sociedad coreana no recelen de los que se hallan a su alrededor, pues de alguna manera han creado una gran familia con unas reglas morales bastante importantes. Ello provoca que pasear por las calles de Seúl sea segurísimo, no teniendo que preocupar ni por asomo de ser objeto de algún hurto.


Baño coreano

A mí juicio esta ambivalencia no es contradictoria sino que es fruto de su Historia. Pues su presente no hace recordar  su frontera surgida tras la Guerra de Corea de 1950-1953. Una frontera que divide al Sur de su archi-enemiga comunista de Corea del Norte. De esta forma para reafirma sus identidad y el apoyo que le ha dado el mundo capitalista a su  batalla bélica contra el Norte, hace que haya acogido muchos de los rasgos que afloran en la cultura capitalista capitaneada por el mundo occidental. Como demuestra que el catolicismo se haya impuesto en este Estado oriental.
Más por otro lado su larga tradición Imperial, hace que la tradición aún continúe presente en su sociedad. Pues debemos de recordar que hasta el siglo XIX Corea va a permanecer hermética. Repeliendo cualquier intento de penetración extranjera en su territorio, como demuestra el asesinato de algunos misioneros españoles que quisieron evangelizar esta tierra.

Esta mezcla entre pasado y el futuro hace de Corea una tierra repleta de elementos exóticos y anormales, que ha provocado un deseo en mí por querer comprender y conocer sus rasgos más profundos. Además el impresionante colorido de los monumentos asiáticos hace que desea una vuelta a este alejado territorio.

Templo budista


Iglesia católica, sus luces fluorescentes indica que el templo está abierto las 24 horas.
Sin embargo ahora todos mis sentidos se hallan en mi deseo de explorar Sydney. Para ello me esperan 10 horas, de nuevo, de viaje hacia el Sur.