jueves, 1 de septiembre de 2011

SEUL, Entre Tradición y Modernidad

Son las 16:00 tarde  en Seúl (9:00 en España) y me encuentro a una puerta del avión que me destinará hacia mi destino final: Sydney. La espera me hace recordar los cincos días pasados en esta capital asiática, a la par que mi estomago recuerda el picante de todos los platos coreanos.


Desde que llegue hace 5 días, si tengo que describir la cultura coreana, sin duda escogería un adjetivo: la Paradoja. Una ambivalencia que podemos encontrarlos desde una de su seña de identidad como son el potencial tecnológico hasta su arquitectura y el carácter de la gente.

Cambio de Guardía Real

Dicha ambivalencia a mi juicio está producida por el deseo de Corea de acoger la cultura del capitalismo tecnológico y económico, pero a la par desea conservar su tradición.  De hecho a mi me ha sorprendido que a pesar de que sea una de las capitales económicas más importantes del mundo, existen un escaso multiculturalismo. Algo que se puede observar a simple vista si damos una vuelta en sus calles, pues a pesar de haber paseado por los lugares turísticos son pocos los occidentales que se han cruzado en mi ruta.  Algo sorprendente si tenemos en cuenta los requisitos de entrada para estar en suelo Coreano. Pues los convenios de Corea con otros países son abundantes,  y en la mayoría de los países no necesita ningún tipo de Visado para entrar al Estado. Esta accesibilidad puede palparla al pasar el borde coreano, donde el policía que me atendió no me hizo ni una sola pregunta sobre mi visita a su país, sólo se limitó a leer el formulario que me entregó.
Coctel Coreano
Pero esa accesibilidad pronto se limita, y aparece la Corea tradicional. Pues algo tan monótono como realizar una llamada internacional, es imposible para la mayoría de los europeos que tenemos una tarjeta telefónica de nuestro país de origen. Pues la cobertura allí es inexistente. Ello  puede producir situaciones complicadas si quieres comunicarte con algún amigo existente en esta ciudad, como fue mi caso. Por otro lado esta ambivalencia entre tradición y capitalismo, se puede observar en su arquitectura. Pues al igual que me ocurrió en Berlín, los habitantes de Seúl están realizando un esfuerzo por respecta su arquitectura histórica (algo que no es fácil si tenemos la multitud de guerras y bombardeos que han tenido sólo en la mitad del siglo XX). Así podemos percibirlo en sus espectaculares palacios, que con su colorido traslada al europeo a otra forma de concebir el mundo. Mas, por otro lado Seúl sería unos de los destinos más apreciados por aquellos arquitectos que están fascinados por la construcción de grandes rascacielos. De ello los coreanos se enorgullecen de tener en su barrio de Gangnam, donde se encuentra el famoso COEX. Más incluso en ese barrio podemos observar la ambivalencia entre pasado y futuro, pues en medio de los ingentes rascacielos se encuentra un centro budista, en medio de la arboleda y el sosiego.
Templo budista en barrio Gangm
Por otro lado el carácter humano de sus gentes también está impregnado vivir en el anclaje de las tradiciones dentro del mundo globalizado. Pues el mundo globalizado cada vez impone el uso de la tecnología para conseguir el bien más codiciado de este mundo: la información. Esta pauta de conducta ha sido más que interiorizado por los coreanos, donde las nuevas tecnologías están siendo más una parte más de su ser. Dicho apego podemos observarlo en un simple viaje de metro, donde toda las personas jóvenes se dedican a observar a sus móviles. Y si viajan en conjunto, las nuevas tecnologías se convertirán en el amigo líder del grupo.

Candados torre Namsan

Otra rasgo característico de la sociedad mundial que está imponiendo el mundo globalizado, es la importancia de la imagen. Una imagen que nos posibilita tener nuestra seña de peculiaridad que nos permita diferenciados del resto de las personas. Este rasgo es más que apreciable en la sociedad coreana, pues sus jóvenes constantemente está preocupándose por la cosmética y por tener complementos que lo diferencia del resto de sus amigos.

  Pero paradójicamente los coreanos, a pesar de haber ya naturalizado muchas de las características que invade este mundo globalizado, siguen las tradiciones de sus ancestros. Sin duda la que más sorprendido es la inexistencia de muestra de afecto entre las parejas, pues en mi estancia en Seúl sólo he visto a dos parejas que hayan mostrado su amor en público con un simple beso. Más cuando he visitado unos de los lugares dedicados al amor en la torre más famosa de la ciudad, la torre Namsa, donde en su base las parejas muestran su amor con un simbólico candado de amor (unos candados que destacan por su originalidad).Esta tradición podemos contemplarlo también en la división imperante que existen entre hombres y mujeres, pues hay en el siglo XXI universidades coreanas femeninas, y en las residencias universidad los edificios mixtos son un espejismo.
El mundo tradicional hace que la sociedad coreana no recelen de los que se hallan a su alrededor, pues de alguna manera han creado una gran familia con unas reglas morales bastante importantes. Ello provoca que pasear por las calles de Seúl sea segurísimo, no teniendo que preocupar ni por asomo de ser objeto de algún hurto.


Baño coreano

A mí juicio esta ambivalencia no es contradictoria sino que es fruto de su Historia. Pues su presente no hace recordar  su frontera surgida tras la Guerra de Corea de 1950-1953. Una frontera que divide al Sur de su archi-enemiga comunista de Corea del Norte. De esta forma para reafirma sus identidad y el apoyo que le ha dado el mundo capitalista a su  batalla bélica contra el Norte, hace que haya acogido muchos de los rasgos que afloran en la cultura capitalista capitaneada por el mundo occidental. Como demuestra que el catolicismo se haya impuesto en este Estado oriental.
Más por otro lado su larga tradición Imperial, hace que la tradición aún continúe presente en su sociedad. Pues debemos de recordar que hasta el siglo XIX Corea va a permanecer hermética. Repeliendo cualquier intento de penetración extranjera en su territorio, como demuestra el asesinato de algunos misioneros españoles que quisieron evangelizar esta tierra.

Esta mezcla entre pasado y el futuro hace de Corea una tierra repleta de elementos exóticos y anormales, que ha provocado un deseo en mí por querer comprender y conocer sus rasgos más profundos. Además el impresionante colorido de los monumentos asiáticos hace que desea una vuelta a este alejado territorio.

Templo budista


Iglesia católica, sus luces fluorescentes indica que el templo está abierto las 24 horas.
Sin embargo ahora todos mis sentidos se hallan en mi deseo de explorar Sydney. Para ello me esperan 10 horas, de nuevo, de viaje hacia el Sur.

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