domingo, 12 de octubre de 2014

KYOTO


¡Qué buena suerte la mía para tener mi primer choque cultural con Japón en esta maravillosa ciudad!


Aunque que mi asentamiento en Japón anda Tokyo, la primera ciudad que descubrí fue Kyoto. Hasta allí me desplace (tras volar un día entero para llegar a la capital nipona y tomar un autobús nocturno que duró unas 8 horas) para participar en el Consejo de Estudios Latino-americanos de Asia y Oceania (CELAO).


Mi cansancio del duro viaje se solivianto con la paz que envuelve  esta bella ciudad. A pesar de tener más de un millón de habitantes, Kyoto se caracteriza por la tranquilidad de sus calles, que lleva a sus habitantes a poder coger tranquilamente sus bicicletas para ir de un lado a otro, convirtiéndose en una estampa más de la ciudad.


Mi concepción estereotipada creada por el peso del protocolo de Kyoto de ser una urbe en armonía con la naturaleza se consolidó. Pues sus calles se sincroniza con la vegetación del lugar, donde sus montes ofrecen unos aires frescos al visitante que lo condiciona a querer pasear por sus entrañas donde se combina a la perfección la modernidad y la tradición. Modernidad porque acoge, como cualquier capital del Japón, la vanguardia de la arquitectura caracterizada por el respeto del entorno y el espacio. Y Tradición porque conserva espectaculares monumentos históricos y en sus calles es fácil encontrar al atardecer japoneses que aún le gusta vestirse con sus trajes peculiares.





Por todos estos factores, Kyoto se convierte en parada obligada del viajante del País del Sol naciente.





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