jueves, 25 de octubre de 2012


HONG KONG: La Londres asiática.

Desde 1997 Hong Kong es un territorio chino, aunque goza de un régimen
especial (como manifiesta su propia moneda o que no se necesite de un
visado para entrar en él país).. Anteriormente perteneció
a la Corona británica, que se estableció en este punto tras la
I Guerra del Opio en 1842, constituyéndose como el gran puerto europeo
en Asia. Su peso, fue un factor clave para que las potencias europeas
comenzase a preocuparse por el Pacífico. 
           






 David Kalakaua, penúltimo rey de las islas Hawaii, soñó a finales del siglo XIX en convertir su reino en la Londres del Pacífico. Su sueño quizás se vería cumplido si hoy pudiera dominar Hong Kong, una ciudad dinámica, viva y llena de contrastes otorgados por alberga en su interior los ritmos de Oriente y Occidente. La Hong Kong del siglo XXI ha sabido combinar en su seno la herencia cultural  del mundo chino y la vanguardia del mundo anglosajon.


 El largo pasado colonial británico se puede atisbar con un simple paseo por sus calles al contemplar su urbanismo, el orden de sus calles y las construcciones megalómanas. Sus concurridas carreras de caballos y el disfrute de una cerveza en sus pubs o un viaje en sus autobuses de dos plantas, hace que el visitante a veces se pregunte si está en Asia o se halla en una de los puntos que el centro británico esconde.

Dado la reticencia de la cultura china
de frecuentar los pubs y discotecas, sólo
encontrar occidentales en estos lugares de
Hong Kong

Templo budista
Sin embargo esta pregunta, se disipa porque en medio de este paisaje se halla numerosos templos budistas o unos variopintos mercados, que venden productos nunca vistos por los ojos de un europeo. Una simple mirada por estas mercancía permiten conocer el gusto de los habitantes de Hong Kong de desecar todo: vísceras de pescados (muy codiciados por las mujeres, al ser potenciador de su fertilidad y bienestar), cascaras de frutas y flores (que emplearán para té) o incluso la propia fruta (pues es típico en estos lugares comerse una mandarina tras pasar una semana al sol). Además, la hermética cultura china queda patente si uno tiene la gran suerte de poder relacionarse con sus oriundos.


Yo tuve esa gran suerte, porque la familia de mi querídisima amiga Chiu me acogió en su seno como uno más. A pesar de la imposibilidad de comunicarnos fluidamente  (al conocer los cabezas de familia sólo el idioma chino) pude palpar el respeto que todo chino otorga a la familia (motor fundamental de la vida social, donde los padres en numerosas ocasiones sustituyen a los camaradas europeos). Con ello pude disfrutar de varias comidas, entre lo que siempre recordaré sus desayunos donde  son copiosos su variopintos platos (pescados, carnes, arroz, platos dulces ante de que llegue el postre) , que provoca que el estómago del europeo se puede resentir por la mezcla de diferentes ingredientes. Sin embargo, ello no fue un inconveniente para disfrutar con ellas de las espectaculares vista de su bahía  y de una última cena, donde el calor y el atisbo de una lata de carne de membrillo que hacía su viaje a Hong Kong hacía que me sintiese como en casa.


Por todo ello, no puedo sino dedicar el blog de hoy a la familia Chiu, por saberme trasmitir la mágica y hospitalidad del desconocido pueblo chino. 

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