¿Alguien pagaría dos veces para ver un deporte que
no domina sus reglas? Yo lo he hecho para ir dos veces a ver el béisbol en
Japón, uno de sus deporte nacionales.
Y lo he hecho por la teatralidad del espectáculo, multitud de cheeleader y hombres forofos que a
ritmo de la banda de música del equipo se sincroniza a la perfección para decir
al público que soporta a su equipo cómo animar. Para ello colocan un escenario
en la primera fila del público y cómo si fuese a una especie de show empieza a
gritar las consignas a decir. A su vez a lo largo de todo el espacio reservado
para los simpatizantes de ese equipo se reparten más cheeleaders y hombres que
de una forma más cercana muestran al público y qué decir (hasta el punto de
mostrar una especie de pizarra donde se muestra la letra a cantar como si se
tratase de un karaoke). Para ganar en sonoridad suelen repartir unos cartones
que al doblarse ayuda a animar, que son pintados de color para que se gane en
vistosidad a la hora de moverse al ritmo de las directrices de las cheeleaders.
La mezcla de estos elementos de música y coreografía
ya hace atractivo acudir al béisbol, como si tratase de una corrida de toros en
San Fermines donde se echa más cuenta a lo que pasa en las gradas que en el
albero. De ahí que haya acabado sin saber cómo fue el encuentro, pero con una
sensación de haberlo pasado de lo lindo. Y todo ello gracias a poderme integrar
como si fuera un simpatizante más de la ganadora Waseda, la universidad que se
disputaba hoy la final del campeonato universitario de béisbol.
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Aficionados del Waseda celebrando un punto
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