Cada 3 de noviembre la turística ciudad de Hakone, situada a
una hora y media de Tokyo, celebra su procesión conocido
Por su cercanía a Tokyo (dos horas en tren), por ser día
festivo en Japón (al celebrar el día de los museos) y por mi fascinación por
las procesiones por ser una expresión de la cultura local, me traslade hasta
esta lindo pueblo de Hakone, conocido por sus balnearios y su rica naturaleza.
Con esas ganas tremendas de encontrarme con el bullicio y Las normas en Japón están
para cumplirla y aquí la anarquía con
cierto control que reina en las aglomeraciones del populacho no está bien
vista. En ese momento, pensé que haría el pobrecito de ese policía si le dejase
guardar el orden de una procesión en pleno Domingo de Pascua, donde, a
veces, el paso de las divinidades es el
único que ponen en orden de posicionamiento de todas aquellas que se disponen a
ver la procesión. No tanto por la fe que le puede tener a la imagen sino más
bien al ver el espectador peligra su integridad al poder ser arrollado por los
costalaros o bastoneros.
marabunta de mis
queridas procesiones de Andalucía fui buscando la procesión. Al hacerlo, me
sorprendieron la cantidad de policías para guardar la seguridad, cumpliendo a
raja tabla este cometido. Pues recuerdo como me sitúe en una esquina fuera de
la acera con gran espacio para que pasará el desfile. Sin embargo, el policía
requería la atención de todos el que se salga de la acería, a pesar de que no
se molestaba.
De la procesión de Hakone me sorprendió su absoluto orden y
el colorido de las vestimenta de sus personajes. Me hicieron recordar la
particular Semana Santa de mi villa natal, Puente Genil, por la caracterización
tal como si se tratase de una especie de “carnaval” monotemático de sus
personajes. Sin embargo, aquí en Japón me dio la impresión que el elemento del
respeto religioso esta carente y que la procesión se había convertido en una
oda festiva para rendir pleitesía a sus antepasados, los cuales antaño formaron
un microcosmo social dominado por el señor de la región y su sequito. En este
sequito del siglo XXI destacaban las
geishas por su gran número, el colorido de sus trajes y el movimiento de sus abanicos que a ritmo de una pegadiza canción movían con un
gracia contenida.
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